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Bestias iletradas
Comparto con vosotros el poema que está escrito en el barquito de papel de mi poemario “De tinta y pliego”. De esta plakete solo se imprimieron 100 ejemplares, cada cual con su pequeño objeto. Opté por una “barca para ser leída”, con el deseo de que el poema fuese un secreto para desdoblar, que navegara hasta las manos de los lectores. Es también mi manera de invitar a la pausa, al silencio que requiere desdoblar.
¡Buen viaje!
De ti amo no tenerte
y sentirte sin embargo,
cuando me roza tu letra.
Viajas hecho tinta,
ave caligráfica que mancha en su vuelo
los confines de mis ansias.
Tu aroma de puntos y comas
transita las bestias iletradas de mi angustia
volviéndolas deidades del silencio.
En la pausa,
junto a las ninfas que dormitan.
mi desasosiego queda tendido como un papel
que poco después se dobla hasta ser barca,
y navega las canciones de tu nombre,
distante y sin embargo tan sentido.
Proceso para desdoblar «Barca para ser leída»:
Nombre de la barca: barca para ser leída ©
Título del dibujo: Ave caligráfica. ©
Título del poema: Bestias iletradas.
Autora del poema y dibujo: Isabela Méndez
@mendezisabela
Áncora mineral
El día está mareado
el sol divaga,
parece que llueve
de la tierra hacia el cielo:
vapores de verano.
Subrepticias plañideras
arrojan girones de llanto
entre ristras de nubes.
Ato un cordel a uno de mis pies
y amarro al otro extremo
una piedra,
esa que me da casa, asilo,
un áncora mineral.
Me asusta sentirme ligera,
creo que me torno globo,
mi vestido se ha hecho pequeño
mi cuerpo se expande…
Si con la piedra
no logro retenerme y me ves flotando,
no podrás rescatarme…
pero sé que me tocarán
tus besos.
Definición de besos: globos en los que volamos hacia el otro.
Isabela Méndez
Título del poema: «Áncora mineral» ©
Título del dibujo: «Mujer en expansión» (Técnica mixta)
@mendezisabela
Formas de entender un árbol
– Detesto los árboles altos, sus frutos quedan demasiado distantes de mis manos y cuando caen pueden hacer daño en la cabeza. Frutos suicidas, se estrellan contra la tierra y llenan todo de pulpa, ¡cuerpos dulces y necios desperdiciados!, así no se pueden vender, ni comer, solo sirven para ensuciar el suelo.
– Los árboles tan grandes nos recuerdan lo minúsculos que somos y lo lejos que quedan algunos sueños de ser alcanzados por nosotros.
– Creo que los árboles jirafa pueden tener amores con las nubes que vuelan bajo.
– Esos árboles enormes deben tener la desdicha de avizorar primero que el resto, cuando una catástrofe se avecina.
….
Me quedé viendo la copa de aquel árbol, tras haber trepado por la corteza de su tronco con mis pupilas. Vi que el sol estaba allí, era un ojo de fuego, cerca pasaba un ramillete de nubes como barbas etéreas que hacían del cielo un Polifemo. ¡Ese Polifemo miraba el planeta que yo habitaba!, y viví una aventura mitológica en cuestión de segundos. Quise abrir los brazos, me pareció que volaba, mi cuerpo se alargó, respiré profundamente. Cabalgué sobre la brisa, saboreé un banquete de quimeras en salsa. Vencí el oprobio con mi espada, toqué el laúd, miré por un catalejo cómo mi soledad era una isla que yo conquistaba y quise a cada una de sus olvidadas criaturas, sin ordenarles que cambiaran su lengua o sus trajes.
Amé a un semidiós llamado Silencio, hicimos el amor con los párpados, en una contienda de pestañas húmedas, al final hubo lágrimas sobre nuestras mejillas.
Silencio se esfumó, mi sexo palpitó en soledad, tuve la certeza de que tenía el corazón entre las piernas. Un corazón tierno, puro, una boca que pronunciaba fluidos, una gruta hacia mis entrañas, y supe que estaba completa, que no había que buscar fuera, que solo había que encontrar, que celebrar el roce y las despedidas.
El canto de un grillo me hizo volver de mi viaje y posar de nuevo la mirada en los frutos. Pensé en mis anhelos, los que aún no había convertido en materia, me sentí alegre de seguir teniendo sueños de estatura imponente.
No sé si los lograré todos, pero sé que me hacen levantar la mirada, abrir los brazos, volar y tener la certeza de que respirar tiene sentido.
Título del relato: Formas de entender un árbol
Título del dibujo: Deseos (Tinta y acuarela sobre cartón) ©
@mendezisabela
La Meretriz
-Ponte tu mejor vestido que hoy en la noche vendrás a cenar a casa, y si estás de acuerdo, haz la maleta para no volver- dijo el cliente que se había enamorado de la meretriz.
Ambos se habían visto sorprendidos por un calor dulce en las pupilas, luego de encontrarse varias veces en aquella habitación decorada con telas de peluche, en donde los aromas se iban quedando como capas sobre las paredes, ¡olor a humanidad agitada, a tristeza distraída! Allí habían iniciado un vínculo fiero e instintivo y habían tropezado sin querer con la ternura.
Esa noche a la hora convenida, la Meretriz salió de su habitación con una maleta en la mano, maquillada, con el cabello recogido, un pantalón y el pecho desnudo.
-Porqué no te has vestido, preguntó el hombre- , ella respondió:
-Me he puesto mi mejor gala, no quiero ocultar los senos con que nutriré a nuestros hijos, hoy no voy a tapar con telas mi piel y sus pliegues, son la blusa más fina que he tenido.
Si salgo de aquí ha de ser con el torso desnudo pues allí late mi corazón y él ahora no admite barnices.
Sabes que vengo de fabricar gemidos diarios, de producir placeres sin tregua, de fingir sonrisas para tener un plato de comida, de vestir ropas brillantes con colores que chillan como mascotas olvidadas.
Quiero que esta noche me vista el deseo, me cobije la confianza, me haga de fular tu brazo.
Que nuestra unión sea una nueva ventana para ver el paisaje con los cuerpos ceñidos, buscando que el horizonte nos una en su viaje-.
La Meretriz y el cliente marcharon en silencio, cautivos de su euforia, esa que provocan los pactos sentidos, auténticos, esa que se trepa del plexo solar hasta la tráquea y que hace posible el destino elegido.
Título del relato: La Meretriz ©
Título del dibujo: La mujer robusta © (pastel)
Técnica del dibujo: Pastel
Dibujo y relato de Isabela Méndez
@mendezisabela
El viajero
Después de pasar por los escáneres, le llamaron aparte– ¿Por qué me retienen?- dijo el hombre.
– ¿Qué hay en su maleta?- chilló el segurata,
– una pausa- reveló el viajero.
– ¿Cree que somos tontos? ¡Ábrala ya! – ordenó el segurata, el viajero obedeció.
Todos se paralizaron unos instantes, al ver la maleta vacía.
Al fin alguien rasgó el silencio diciendo
– Esto es muy sospechoso, usted no podrá embarcar.
El hombre sonrió sereno, tomó su maleta y marchándose dijo
–Mi viaje era para llevar la pausa donde la necesitaran.
Título del relato: El viajero © ®
Título del dibujo: En otro viaje (Técnica mixta) © ®
Relato y dibujo de Isabela Méndez