La cajita
Una mujer había pedido a Magot recetas mágicas para salir de la apatía. Magot le envió una menuda caja envuelta en tela y con un lazo de seda.
La mujer recibió el paquetito, encendió velas e inciensos, puso a quemar aceite de mandarina y cantó una melodía ancestral. Al concluir, con solemnidad abrió la cajita. Sus ojos se expandieron en señal de sorpresa, su ceño se volvió un acordeón y con ansiedad buscó alguna señal o letra, primero en el envoltorio, luego en el interior de la diminuta caja.
¡Estaba vacía!, ¿qué objeto podría tener semejante obsequio?
La mujer pasó del asombro a la rabia.
– ¡Ya me escuchará ese Magot! Es un hechicero barato.
En pocos minutos puso en orden la casa, se aseó, eligió un buen vestido y maquilló su rostro meticulosamente. Ensayó las frases con que reclamaría al mago, apagó las velas, se roció con perfume y salió airada.
La mujer lucía radiante y por el camino recibió un tropel de piropos. Los piropos la animaron y decidió detenerse en la floristería para comprar algunas margaritas, con las cuales más tarde decorar su habitación.
Al salir de la tienda, su enojo contra el mago se había evaporado.
De regreso a casa su paso era firme y a la vez liviano.
Con el ramo entre las manos ensayaba frases amables, para la carta que escribiría a Magot como muestra de agradecimiento.
Dibujo y escrito Isabela Méndez ©
Dibujo: tinta y acuarela sobre papel ®