La brújula dispersa

El dolor, baluarte de punzadas. En él un regimiento de no sé qué criaturas, aporrea tambores que retumban en mis ojos y sienes, ¿acaso no los sienten los demás?

Mis ojos buscan la luz del semáforo y a cambio reciben un vago panorama, en el que no distingo si lo que hay frente a mí, es un cuadro de un impresionista borracho, una obra escultórica demasiado moderna, o la realidad que me impele a participar, y en la cual una vez más arrastrada por los objetivos que debo cumplir, me lanzo. Cruzo la calle confiando en que los peatones son sensatos y han visto la señal en verde…

Voy descubriendo lo que me rodea solo cuando arribo a ello, casi cuándo lo palpo, ¡milagrosamente no tropiezo! Siempre descubro el mundo “justo a tiempo”.

A lo que tengo le llaman baja visión, a esta forma de percibir el universo, que en mi caso es producto de un problema en el nervio óptico, imposible de corregir con gafas.

Era más sencillo durante mi infancia, cuando leer no constituía un requisito y me llevaban de la mano a los distintos lugares. En aquel tiempo, los adultos estaban pendientes de mi llegada, ahora en cambio llegar a un lugar, por ejemplo a un restaurante, es una odisea que la gente de vista normal no imagina. Una vez allí, las siguientes hazañas son: ver lo que hay en la carta, las bandejas que están sobre la mesa, discriminar cuál es el baño de damas…

En mis desplazamientos por la calle llevo lo que denomino una “brújula dispersa”, es decir, una serie de herramientas que me ayudan a orientarme. Con el objeto de distinguir los números de los autobuses, de las calles o ciertos letreros, uso un telescopio de bolsillo, para leer letras pequeñas llevo unas gafas lupa y para protegerme del sol unos lentes polarizados. Mi móvil tiene un programa que me dicta los nombres de quienes me llaman, los diversos menús y los mensajes.

En casa mi brújula la constituye  un ordenador adaptado.

He llegado al casting, el dolor de los ojos ha bajado. Quienes allí están no sospechan cómo veo, ya que no llevo bastón, ni anteojos de cristal gordo y mis ojos lucen normales. Una mujer me recibe, yo hago lo imposible por disimular mi ceguera estando muy atenta en el trayecto que realizamos y sonriendo cuando ella me mira. En cierto punto me dice – sigue por este pasillo, en las puertas hay letreros, donde veas Federico Michelena, entra. Yo me he puesto pálida, ¡no puedo leer los letreros!, así que a mi pesar y con el corazón amontonando sus latidos, le digo –oye disculpa, pero no veo bien, ¿tú me podrías acompañar hasta el lugar?–, ella dice –pero los nombres de las puertas son enormes, ¡los verás! –, yo replico –¡No, no los veré!–, se genera un momento de tensión, al final ella cede y de mala gana me acompaña. Entro en el lugar, un sinfín de puertas se vuelven a esparcir ante mi vista, como si hubiera entrado en alguna pesadilla de Kafka, pero con un barniz de glamour porque está plagado de mujeres hermosas, de todas las tallas y colores. Vuelvo a pedir ayuda dando la explicación pertinente y esa persona me pregunta –¿oye, cómo haces para leer los libretos, si ves tan poco?–  a lo que respondo –los imprimo con letras muy grandes y memorizo deprisa. Llegamos al estudio de grabación, rezo en silencio, espero que mi intuición, mi instinto y 20 años de oficio, me ayuden a superar este escollo. Los próximos minutos transcurren en un limbo actoral, ese que empieza con los nervios de tener en frente director, productor, camarógrafo, vestuarista y la responsabilidad de encarnar a Ofelia en la audición. Aún así, mis oídos están alerta y he escuchado cada una de las acotaciones que aluden al espacio escénico y las intenciones del personaje.

Con ferocidad me paseo por el lugar apropiándome de la atmósfera, tocando cuanto es posible, ya ha salido a la caza mi bestia, esa que muerde el aire y lo hace verbo, la que mastica el silencio y rasga el vacío. Ese animal que es también vulnerable y tierno, que encuentra en el gesto su guarida. Impregno a Ofelia de todo ello y Ofelia agradecida me da a cambio su verdad, la que nunca le ha confesado a ninguna otra actriz, porque es en la ceguera donde se sabe cómo palpitan las cosas y el mundo. Mi ceguera me permite comprender su demencia, ese estado de sensibilidad profunda, de claridad extrema, en el que si se pierde el norte, el abismo está por dentro.

Su sensibilidad la condujo al  suicidio, amada Ofelia, nenúfar de piel.

He dicho los parlamentos entre la consciencia y la inspiración, he podido entregarme dejando de lado el hecho de que me contemplan personas extrañas que fungen de jueces.

Concluyo la escena, me toma unos instantes despedir a Ofelia, que a pesar de su dolor me sonríe y abandona el estudio con paso sereno, altiva.

Todos permanecen en silencio. Descubro que está allí la mujer que me recibió y me condujo ante el laberinto de puertas. El director deja escapar una sonrisa, busca la mirada de la productora, esta le hace una señal de aprobación, pero en seguida lanzan la frase a la que tanto le tememos los actores “Gracias por venir, cualquier cosa te llamaremos”

Yo por el contrario de Ofelia, me aferro a la vida, transito cada día un bosque apasionante. Ver poco con los ojos me invita a percibir otras dimensiones, las que regalo a mis personajes y a mis escritos.

El camino de salida es más sencillo, la memoria me ayuda a atravesarlo y ya no necesito convencer a nadie de que valgo en escena aunque me cueste enfocar la vista, una vez más he cumplido mi faena.

Es en medio de esos pensamientos cuando siento a mi lado la voz de la mujer de la entrada, que presurosa me ha alcanzado y con una sonrisa me dice en voz baja –¡No tendrás que esperar la llamada… el papel es tuyo! No sé cómo lo haces, ¡cómo has logrado abrir la puerta del criterio del director cuando escasamente puedes ver las puertas del estudio…, pero te juro que yo también vi a Ofelia entre tu cuerpo! En la tarde te llamaremos para afinar asuntos de contratación y comentarte el plan de rodaje.

Se hace una pausa mientras me inunda la alegría, la miro a la cara, sigo en silencio, después se me escapa lo siguiente:

–Para abrir puertas no siempre son indispensables los ojos, ni siquiera las manos, sino la clara intención de abrirlas.

Ella asiente, percibo en su mirada una disculpa, entonces pregunta –¿necesitas algo especial para tomarlo en cuenta durante el rodaje? –, yo respondo –solo necesito empatía y un libreto con letras negras muy grandes y gruesas–. Ella dice –de acuerdo, cuenta con ello y por los desplazamientos no te preocupes, ni por los pasillos o puertas, para eso está el departamento de producción, ya lo sabes– concluye sonriendo.

–Sí, lo sé, de todos modos puedes estar tranquila, sé pedir ayuda y en caso de emergencia tengo varios instrumentos para orientarme, los llamo “la brújula dispersa”, quizás algún día te los enseñe.

Ella me acompaña hasta la salida, ambas continuamos el trayecto en silencio, nos despedimos con dos besos y un abrazo inesperado.

Este escrito tiene una importante dosis de ficción pero se sustenta en episodios reales de mi cotidiano. Es una manera de narrar algunas de las experiencias que tengo como persona y como artista, producto de mi baja visión. A quienes no me conocen personalmente pero siguen este blog, aprovecho para comentarles que los dibujos que acompañan mis escritos los hago con un atril especial, lupas y mucha paciencia.

Título del relato: La brújula dispersa  © ®
Título del dibujo:  Rutas de mi rostro (Lápiz sobre papiro japonés) © ®
Dibujo y relato de Isabela Méndez
@mendezisabela

28 comentarios para “La brújula dispersa”

  • MARGA:

    ERES UNA GRAN ARTISTA ISABELA. SEGURO QUE ABRIRAS MUCHAS, MUCHAS PUERTAS.

  • Quiero darte las gracias, Isabela, por este magnifico relato que me ha llegado al fondo del alma por ti misma y por otra personita muy querida que tu ya sabes quien es.
    Ver con los ojos de la cara es un regalo, ver con los ojos del alma es una sensibilidad que pocos poseen.

  • Tina:

    No necesitas buena visión porque lo que tus ojos no pueden ver lo ve tu instinto y tu dulzura. Eres una gran mujer y llegarás donde quieras. Un abrazo.

  • Marisabela:

    !TE AMO HIJA DE MI CORAZÓN Y SE QUE DIOS TE LLEVA DE LA MANO SIEMPRE!

  • Bien amada amiga de breves pero intensos momentos, no se que decir sobre tu falta de visión, solo puedo decir que tu encanto, tu profesionalidad, tu actuación, tu dicción, tus canciones, todo ello ha iluminado mis ojos, mi camino, una luz de verdad, sin artificios. Mis mejores deseos para ti.

  • Francis rueda:

    Amada mía, me ha conmovido tu historia que conocía y que entiendo pués tambien mis ojos son guiados por esa brújula dispersa de la que hablas. Te amo profundamente.

  • […] mucho más emotivo: compartió con el público asistente su discapacidad visual. A través de “La brújula dispersa” que refleja la realidad y el sentir de una actriz de baja visión al acudir a un cásting, […]

  • adela romero:

    Mi mariita…. me has conmovido una vez mas, con tu talento, tu amor por lo que haces, tu dulzura y humilidad… por favor, cuando puedas mándame un telefono de piso en el que pueda comunicartme contigo,
    te amo
    Adelica.

  • […] No estaba previsto que yo participara en esta edición del festival, pero al mediodía me llamaron a consultarme si podía formar parte del evento ya que dos socios habían amanecido indispuestos y no podrían hacer sus lecturas en braille. Me tomé unos minutos para pensar y decidí participar leyendo un texto en el que narro las vicisitudes que atravieso como actriz con baja visión, cuando hago un casting: La brújula dispersa. […]

  • Margot Arévalo:

    Princesa siempre es un inmenso placer danzar en tus letras, llenas de colores inspiradores de verdad, me parece escuchar tu voz, te imagino en el escenario como una mariposa, y me siento en tu abrazo. Dios te cuide Maibe querida, admiradora y amiga, besos de luz. margot.

  • Tu intuición pone más luz e imágenes que otras visiones que apenas si miran más allá de los territorios conocidos. Es un relato hermoso, haces como el acomodador de cine, que traza el camino del espectador que ha quedado cegado por la oscuridad y lo lleva a buen puerto. Que bueno!!!
    Un besote.

    • Gracias Alicia, me gusta mucho la imagen con la que describes que llevo al lector.
      Creo en el arte, en el poder infinito que tiene de transformar, de llevar luz, y de afrontar también lo más sombrío.
      Supongo que dentro de mi ceguera, el arte es el modo en que logro ver y sentir el mundo que me rodea y el que llevo dentro.

      ¡Un abrazo, guapa, apa, apa!

  • Es un relato precioso, Isabella.

  • Gracias Neri, tus palabras siempre son importantes para mí. Con este escrito quisiera que otra gente que quizás ve como yo, tenga la certeza de que es posible realizar sus anhelos, incluso en un mundo tan competitivo como el de la actuación. A estas alturas del camino, liberada del complejo del QUÉ DIRÁN (de mi baja visión), necesito que parte de mi aporte como artista y persona, sea hacer un poco más fácil el camino de otros.
    Besos!

  • Neritza:

    Wow, con tan sentidos comentarios cualquier cosa que diga, se queda corta.
    Me ha dejado el alma en vilo y luego cálidamente contenida
    «para abrir puertas no siempre son indispensables los ojos, ni siquiera las manos, si no la clara intención de abrirlas» y tu eres ama de las llaves, querida

  • Iván García:

    Mi Isabela hermosa, me has hecho ver con tu baja visión.Me conmovió mucho. Gracias mi niña. Es hermoso! Y aunque la historia tiene dosis de ficción, yo sé que tu eres Ofelia, Julieta,, la Señorita Julia, Hermia, Titania, María Luisa y llegarás a ser Gertrudis, Lady Macbeth, Elvira, Poncia y Bernarda Alba y los personajes que te propongas!!!!

  • Lourdes:

    Que decir? estoy llorando……. espero que valga como un cumplido.

  • Sonia:

    Que cosas tan bonitas te escriben Isabela…y no es para menos..como siempre , me has emocionado y lo único que te puedo decir es que por supuesto que lo compartiremos con los socios y mañana mismo se lo llevaré en persona a Jordi , un alumno nuevo que tiene baja visión y está apenas saliendo de la noche oscura del alma…se que será tremendamente útil.

    Amor y humor!

    Sonia

  • Carina:

    Amiga,

    Coincido que te guìa tu alma y tu pasiòn… sos un ser humano increìble que se expresa en el escenario como pez en el agua…

    TE ADMIRO Y TE QUIERO, querida attachita!!

    Carina

  • Leila:

    No es un brújula dispersa mi querida Maibe, es un brújula muy bien orientada!! la orienta tu alma ,que tiene los ojos más claros con los que se puede ver
    Te quiero y te admiro
    Leila

  • Pedro:

    Maibe,

    Excelente relato , como siempre!

    Una dolencia, una limitación, factores que segun mi punto de vista no han hecho otra cosa que hacer florecer ese gran talento y angel que tienes ,hacerlo grande y poderoso.
    Sigue usando tu brujula, enseñandonos a ver de verdad, a mirar en lo mas profundo de nuestros deseos y encontrar las cosas que anelamos, que para cada uno son importantes que al final son en esencia pura nuestra felicidad.

    Gracias por tu ejemplo de valentia y coraje.

    Toda mi empatia. y letras grandes y negras , claro! (aunque aqui no me dejo hacerlo).

    Pedro

  • Marisol:

    Hermoso! Dios te guarde esa sensibilidad e intuición que te guían por el mundo.Gracias por compartir tu mágica visión con nosotros.
    Un abrazo.

  • Que bueno!!!, me encantó…!!!

    Un abrazo Isabela.

  • «…a ha salido a la caza mi bestia, esa que muerde el aire y lo hace verbo, la que mastica el silencio y rasga el vacío…»

    Precioso, Isa! la brújula dispersa que guía a cada quien… con ese necesario y natural equilibrio al momento de percibir el mundo, la realidad….
    me ha encantado!!!
    abrazo apretadito y festejo por las letras y formas que nacen del Vientre del Tintero…

  • Martin:

    Maravilloso! Admirable y encantador…. Es decir, te admiro y me encantas!

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